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Hombre hablando por móvil con lenguaje de signos

Verano, niños, pantallas: olvida el cuánto y céntrate en el qué

María Zabala

Periodista. Autora de ‘Ser padres en la era digital’

La combinación ‘menores, pantallas’ preocupa a padres y educadores, ocupa incluso a legisladores y políticos y toma especial relevancia durante las vacaciones. Inquieta porque la convicción generalizada es: cuanto más tiempo delante de la pantalla, peor irá todo en la vida de los niños.

 

Aunque esa afirmación no es estrictamente falsa, sí falta a parte de la verdad. Porque antes de poder decir que el tiempo de pantalla es siempre perjudicial habrá que observar y matizar si existen diferencias entre las distintas actividades que pueda hacer un menor de edad con una pantalla.

 

Por eso en este artículo, en lugar de decirte cómo educar bien -que parece hoy coincidir con prohibir las pantallas-, o cuántos minutos exactos permitir que tus hijos estén delante de una pantalla, quiero proponerte olvidar un poco el ‘cuánto’ y centrarte en otra cosa: el QUÉ.

 

 

 

Que quede claro: demasiado tiempo consumiendo contenido digital de manera pasiva frente a una pantalla puede estar asociado con peor descanso o mayor dificultad para conciliar el sueño, menor actividad física, reducción en socialización interactiva física... La evidencia nos recuerda la importancia de no permitir que las pantallas reemplacen lo más importante para la infancia: descanso, aire libre, juego manipulativo, socialización… No se trata de prohibir, se trata de que la pantalla sea un complemento en la vida del menor, no el elemento dominante. Tenemos datos que confirman que el tipo de actividad digital es igual de importante o más que el tiempo, por ejemplo, y las recomendaciones de pediatras norteamericanos no hablan solo limitar tiempo, sino también de elegir cuidadosamente contenido y de acompañar.

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Consideraciones para centrarnos en el QUÉ de las pantallas en verano:

 

 

QUÉ edad tiene el menor: no es lo mismo 3 años que 13, o 7 que 17. En función de esa edad, las decisiones deberían ser distintas. Esto es de sentido común, nada que ver con algoritmos.

 

QUÉ está pasando con el niño: ¿cuándo está en casa y cuándo sale? ¿Pasa tiempo solo? ¿Está con un adulto que pueda prestarle atención? ¿Ha estado un mes fuera de casa y ahora está ya de vuelta, con todo el día libre y con ganas de ‘recuperar’ el tiempo tras ese mes sin pantallas? ¿Es hijo único? ¿O es quizá el mayor o el pequeño de varios y están todos juntos, compartiendo o repartiendo pantallas y resto de actividades? ¿Tiene pandilla, o aficiones al aire libre? ¿Te pide pantalla o te viene bien a ti que la tenga -por las razones que sea-? ¿Cómo han sido sus normas sobre pantallas durante el resto del año?

 

De QUÉ pantalla se trata: ¿televisión, tableta, smartphone, ordenador, consola? Cada caso es diferente y precisa un abordaje distinto. ¿Vas a permitir que utilice una pantalla para algunas cosas en algunos momentos, y otras pantallas en otros momentos? ¿Tiene ya su propio móvil? Si es así, ¿está configurado ese móvil para que la conexión y las apps no sean una barra libre 24/7?

 

¿QUÉ va a hacer el menor con esa pantalla? Ésta es la pregunta del millón. No es lo mismo dos horas viendo vídeos en TikTok sin ninguna intención que dos horas de película en familia. No es lo mismo media hora preparando una playlist de canciones para un viaje que media hora de contenidos subidos de tono dirigidos a adultos. No es lo mismo una tarde de video tutoriales para aprender a hacer pulseras o galletas o coreografías que una tarde de cualquier cosa random que el menor se encuentre en Internet. No es lo mismo un rato de contenido infantil y después piscina o paseo con mamá, que solo contenido infantil frente a la pantalla; y no es lo mismo tres horas de consola y luego salir a cenar con papá que todo el día solo frente a la consola. No es lo mismo consola con un juego elegido y configurado en función de la edad, que consola con un juego +18, sin supervisión y con acceso a gastos, contactos o contenidos inadecuados.

 

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Como ves, todas estas consideraciones van más allá de pantalla sí o pantalla no, y van más allá del tiempo. Son recomendaciones que empiezan contigo, con tu implicación material (qué pantalla pones en sus manos), funcional (cómo la preparas y para qué se la das) y experiencial (qué compartes con ellos en relación con esas pantallas).

 

Puedes optar por prohibir; puedes elegir simplemente permitir, de la forma y cantidad que sea; o puedes hacer con las pantallas eso que se supone que ya haces con otras parcelas de la educación: aplicar el sentido común, buscar el equilibrio y tener en cuenta tus circunstancias y las de tus hijos.

 

Todo lo demás: ruido.