Desde que en noviembre de 2022 OpenAI lanzara ChatGPT masivamente, dándole acceso al público en general, millones de usuarios comenzaron a utilizarla paulatinamente. Apenas dos años y medio más tarde ya está tan arraigada en nuestra actividad diaria que para muchos es prácticamente imprescindible. El cambio se ha producido muy rápido y ha sido muy drástico, a veces hasta nos preguntamos cómo hacíamos las cosas antes de que existiera ChatGPT. Por supuesto, profesionales de todo ámbito lo usan, y los estudiantes, incluso los más jóvenes, también.
La educación, tan cuestionada desde hace décadas, acusada de ser anacrónica, se enfrenta de nuevo a una realidad que avanza a una velocidad vertiginosa: la tecnología más reciente, la Inteligencia Artificial, se ha colado en los dispositivos móviles y en los hogares de los alumnos, sin que quizá ni los padres ni los profesores estén preparados para usarla, entenderla o guiar a los chicos y chicas que acuden a los centros educativos cada día.
Según el 5º estudio de Empantallados y GAD3 titulado “El impacto de la IA en la educación en España”, el 91% de alumnos, 86% de profesores y 71% de familias afirmaban haberle preguntado algo a ChatGPT. Que los alumnos lleven la delantera en estas cifras pone de manifiesto que posiblemente un porcentaje elevado de chicos y chicas no hayan tenido ninguna guía en casa que les ayude a saber cómo utilizar esta poderosa herramienta.
Como padres no deberíamos ignorar la existencia de la IA ni dejar que nuestros hijos la usen sin tener el criterio necesario para hacer un uso correcto de ella. Sería recomendable mantener una conversación abierta con los hijos sobre cómo la usan, y aunque creamos que poco podemos aportar, porque ellos son nativos digitales y nosotros no, siempre el criterio de un progenitor y de un adulto les va a aportar sensatez. El principal problema que puede entrañar que usen la IA sin realizar un ejercicio de control y autocrítica es que puede comprometer su aprendizaje. La IA generativa es un recurso estupendo, pero hay que usarla no para obtener un resultado rápido que copiar y pegar, sino para lograr un resultado de mejor calidad que el que obtendríamos sin ella y, sobre todo, para conseguir un aprendizaje más profundo.
El problema no es nuevo. Los estudiantes siempre han tratado de ahorrar tiempo, de encontrar atajos, porque de algún modo el objetivo hace mucho tiempo que dejó de ser el aprendizaje, sino la nota final. Tal y como afirmaba Sir Ken Robinson, “las escuelas matan la creatividad”, y podríamos añadir que también matan la curiosidad. La IA como herramienta para mejorar el aprendizaje ofrece muchas ventajas, incluso en lo referente a la atención a la diversidad, ya que permite adaptar contenidos para salvar dificultades y particularizar la enseñanza según los estilos de aprendizaje de cada alumno. Pero los estudiantes deben mantener alta su creatividad y su curiosidad, a pesar de que el sistema educativo-evaluativo se aleje de fomentarlas. Deben saber usar ChatGPT como un asistente, no como un sustituto.
Por tanto, está bien usar la IA para preguntar y resolver dudas, contrastar resultados, resumir o extraer ideas de textos complejos, revisar la redacción, pero siempre después de haber hecho primero el esfuerzo personal de reflexionar y redactar un texto, y mejorar lo que se haya hecho en primera instancia. Es muy útil para que no queden cabos sueltos, para que los alumnos se aseguren de que han entendido un concepto, pero no se puede permitir que sea una vía de escape rápida para entregar tareas que, desgraciadamente, se identificará muy fácilmente que no han hecho ellos.
Para utilizar correctamente ChatGPT u otra IA generativa, es imprescindible tener la capacidad de hacerle y hacerse uno mismo muchas preguntas. No se puede confiar en el resultado que arroja sin comprender lo que se le ha preguntado y revisar lo que ha respondido con gran sentido crítico. A veces es imprescindible debatir con el chatbot porque ha arrojado una respuesta incorrecta. Es muy tentador lanzarle un ejercicio sin procesarlo siquiera y pedirle que lo resuelva, en segundos dará un resultado, que, por muy aparente que resulte, estará lleno de errores.
Si eres padre o madre y te preocupa el impacto que la IA puede tener en el aprendizaje de tus hijos, no dudes en tener una conversación franca con ellos, y seguro que, si son sinceros, ellos mismos se habrán dado cuenta y reconocerán que si no la usan con cuidado no aprenden nada. Asegúrate de que eso no ocurre, sino que la usan para todo lo contrario: para ser curiosos, creativos y críticos. Revisar las respuestas de la IA e identificar sus errores es una vía estupenda para fomentar el pensamiento crítico de los jóvenes y que se cuestionen lo que leen, oyen y ven en una pantalla.
Porque al final, la mejor forma de aprender no es hacer que otro (humano o máquina) piense por nosotros, sino usar mejor las herramientas a nuestro alcance.