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Hombre hablando por móvil con lenguaje de signos

Objetivo: cuidar el planeta desde la cocina y el salón de casa

Voces por Movimiento Azul

Ciclo de conversaciones que Movistar y nuestro Movimiento Azul organizamos en el Espacio de la madrileña Gran Vía. Conversaciones que buscan sosiego para salir del ruido, que quieren plantear nuevas preguntas sobre el mundo actual y aprovechar las preguntas del día a día, aportando un toque diferente. 

 

 

En este episodio charlamos sobre medio ambiente, ecología y economía circular, sobre qué medidas colectivas y personales contribuyen a la sostenibilidad, sobre cómo cuidar el planeta desde los actos cotidianos. 

 

 

 

Paula Vilaboy, @blondiemuser, es una bióloga gallega que crea contenido en redes sociales sobre ecología, medio ambiente, viajes y planes, entre otros temas. Su labor en la concienciación en redes sobre la importancia de cuidar nuestro planeta se caracteriza por ser natural y sencilla. Su lema es “ser sostenible sin agobios”, es amante de la naturaleza y las marcas locales y autora del libro ‘Eres Naturaleza’ (Ediciones B, 2025). Publica para su comunidad de más de 71.000 seguidores en Instagram y casi 2 millones en TikTok. 

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En 1987, Naciones Unidas definió ‘sostenibilidad’ como la necesidad de “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de satisfacer sus necesidades propias”. Desde entonces, conseguir que crecimiento económico, innovación tecnológica y avances de todo tipo sean compatibles con la protección del medio ambiente y con el desarrollo justo, equitativo e inclusivo de la sociedad, ha entrado de lleno en la agenda política y global, a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de la Agenda 2030.

 

La emergencia climática y la protección del medio ambiente, como vectores de ese objetivo de sostenibilidad, son conceptos presentes ya tanto en negociaciones estratégicas como en conversaciones cotidianas. Cuidar del planeta, revertir o combatir en lo posible la crisis climática, urge a empresas e instituciones a cambiar hacía una economía que tenga en cuenta lo social y lo ambiental, y nos obliga como consumidores a replantear los hábitos de vida.

 

Sobre todo esto, especialmente, lo que cada uno de nosotros puede aportar, hablamos en este episodio de Voces.

 

Como punto de partida, la invitada aporta su concepto de sostenibilidad: “al final se trata de hacer algo cada uno de nosotros para dejar el planeta mejor de lo que está o al menos no peor de lo que está”. Parece fácil. Veamos, vamos a hacernos preguntas.

¿Estamos concienciados? 

 

Hablamos sobre el grado de concienciación social. Según el Barómetro de Transformación Ecológica correspondiente a 2024, la conciencia climática en España es una de las más altas de Europa; casi el 80% de españoles considera que el cambio climático es la mayor amenaza para la salud. 

¿Exigimos medidas globales comprometidas?

 

Hablamos sobre cómo la población respalda mayoritariamente la adopción de medidas institucionales o empresariales para frenar el cambio climático: subvencionar mejora de aislamiento en viviendas, limitar consumo de alimentos extranjeros si existen alternativas locales, crear zonas de bajas emisiones en ciudades… 

¿Hacemos algo sobre nuestra concienciación? 

 

Hablamos sobre acciones y conductas. Según el Foro Económico Mundial, en torno a un 76% de españoles ha cambiado hábitos de consumo para aportar su granito de arena al cuidado del planeta.

¿De qué maneras aportamos o podemos aportar al compromiso sostenible, desde la vida cotidiana? 

 

Con Paula hablamos sobre maneras diarias de ser ‘ecofriendly. Reciclar basura, cerrar grifos, acortar duchas, regular calefacción, apagar luces, usar las escaleras, utilizar el transporte público… Y también comprar local, comprar productos de segunda mano, recurrir a regalos sostenibles, practicar el turismo sostenibleAbrir menos la nevera, usar menos papel higiénico, poner la lavadora cuando esté casi llena, reciclar botellas y papel como norma, evitar desperdiciar alimentos, recurrir a luces LED… 

¿Hay diferencias entre edades? 

 

Hablamos sobre cómo la conciencia de compromiso y acción parece más destacada en la población más joven. Tal y como se desprende del estudio ‘Consumo seguro, responsable, sostenible’ del Centro Reina Sofía de FAD Juventud en colaboración con Amazon, el 80% de españoles de entre 15 y 29 años ha adquirido alguna vez, por ejemplo, productos de segunda mano, y casi el 30% adquiere de manera habitual productos reciclados.

¿Percibimos que la acción comprometida con la sostenibilidad es difícil? 

 

Hablamos sobre las barreras más citadas a la hora de dificultar el consumo responsable: el alto nivel de sacrificio, el coste elevado o la falta de información. Así lo revela un estudio del mismo Centro Reina Sofía con la Fundación Pfizer: el alto coste de productos y servicios sostenibles o la falta de incentivos económicos suponen también un obstáculo.

¿Es eficaz o suficiente la información que recibimos? 

 

La divulgación desarrollada por entidades públicas, empresas privadas y sobre todo por influencers como Paula va llegando de manera eficaz a la población. Ella reconoce que su objetivo es llegar precisamente a quien aún no tenga demasiada conciencia sobre el enorme impacto que cada uno podemos tener en este compromiso sostenible. En esta divulgación siempre queda por hacer, el camino no acaba. Nuestra conciencia social sobre el tema avanza. La divulgación funciona. Los ciudadanos pensamos sobre el tema, buscamos información, intentamos aplicar cambios consistentes en nuestras acciones

¿Puede la tecnología (redes, dispositivos, productos/servicios digitales) ayudar a cuidar el planeta o a conectar con lo esencial? 

 

Hablamos sobre cómo las redes permiten a divulgadores científicos acercar conceptos a los ciudadanos. Hablamos sobre maneras de ser sostenibles a través de la economía circular de dispositivos, por ejemplo. Hablamos sobre cómo la OCDE nos dice que, por cada tonelada de CO₂ que emite el sector TIC, se pueden evitar hasta 10 toneladas en otros sectores gracias a las soluciones digitales; este dato evidencia el poder transformador de la digitalización que, aplicada de manera responsable, puede ser un motor clave para construir un futuro más sostenible.

 

El papel de divulgadores como Paula es fundamental para inculcar valores medioambientales y difundir conocimientos sobre los riesgos asociados a la emergencia climática o las soluciones a las que podemos sumar desde nuestra vida cotidiana.

 

Quizá si pensamos que es posible será realmente posible.

 

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La revolución digital ha cambiado muchas cosas… pero muchas otras siguen igual

Voces por Movimiento Azul

Ciclo de conversaciones que Movistar y nuestro Movimiento Azul organizamos en el Espacio de la madrileña Gran Vía. Conversaciones que buscan sosiego para salir del ruido, que quieren plantear nuevas preguntas sobre el mundo actual y aprovechar las preguntas del día a día, aportando un toque diferente. 

 

En este episodio charlamos sobre cómo hemos integrado la tecnología en todos los aspectos de nuestra vida.  Un diálogo sobre retos, oportunidades, diferencias, nostalgia, incertidumbre y maravillas.

María Lázaro es periodista y experta en marketing y comunicación, con amplia experiencia en redes sociales, desarrollo de negocios, transformación tecnológica y educación digital. Es directora de Desarrollo y Marketing de Adigital, Asociación Española de la Economía Digital. Escribre en su blog Hablando en corto y es autora de los libros Community manager. La guía definitiva y Redes sociales y menores. Guía práctica, editados ambos por Anaya Multimedia.

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La revolución digital ha transformado profundamente nuestras vidas durante las últimas décadas. Hemos cambiado en cuanto a cómo nos informamos, cómo compramos, cómo realizamos determinadas gestiones, cómo nos entretenemos, cómo aprendemos, cómo mantenemos contacto con otras personas, cómo trabajamos… La irrupción de Internet y especialmente de los dispositivos conectados 24/7 permean numerosas facetas de nuestras vidas. 

 

En gran medida, ‘lo digital’ es algo que hemos ido adoptando con cierta inercia, no siempre sabiendo cómo funcionada, no siempre entendiendo todo lo que implicaba. Actualmente, no son pocas las personas que manifiestan cierto hartazgo ante la constante disponibilidad o la infoxicación, cierta desconfianza ante la manera en que plataformas o productos digitales desarrollan sus modelos de negocio.

 

Entre la inercia y la desconfianza es importante ser rigurosos y sensatos, para no dejarnos arrastrar por narrativas polarizadas o polarizantes. La tecnología no es neutra y no depende solo su impacto de cómo la utilice el usuario. Pero la tecnología no tiene la culpa de todas las cosas malas que suceden. Sobre todo porque ‘tecnología’ no es sólo dispositivos móviles o redes sociales. Tecnología es mucho más. Por supuesto videojuegos o apps de mensajería o tabletas y streaming, pero también innovación en salud, posibilidades para el autocuidado, acceso a recursos públicos, conciliación y oportunidades para la España vaciada, compensación del cambio climático o contribución a la transición verde, entre muchas, muchas, muchas otras cosas. Tecnología es amenaza y oportunidad. Cambio y permanencia.

 

Lázaro y Zabala reflexionan sobre algunos de los cambios, al tiempo que conversan sobre cosas que no han cambiado tanto. Veamos:

Ejemplos de lo que ha cambiado

 

Ha cambiado (mucho, todo) la posibilidad de conectar. Conectar con conocidos que físicamente están lejos. Conectar con contenidos y personas que transmiten conocimiento, multiplicando las posibilidades de aprender. Conectar(se) para realizar trámites, informarse, buscar productos y comprarlos, buscar contenidos que nos enseñen a hacer funciones cotidianas, trabajar, estudiar, escuchar música o entretenerse, entre muchas otras cosas. El mayor de los cambios que ha traído la revolución digital es el de abrir nuestro mundo más allá de los metros que nos rodean

 

Ha cambiado la vida tangible de los hogares y las familias. España es líder en conectividad y prácticamente todos tenemos acceso a Internet. La presencia de dispositivos y la disponibilidad de productos y servicios digitales han modificado nuestra comunicación, la gestión de nuestras casas y de nuestros trámites civiles. Nuestra forma de vida.

 

Ha cambiado la vida profesional de casi todos. Por la tecnología que utilizamos expresamente al trabajar, por el uso de productos y servicios digitales asociados a nuestra vida laboral -promoción, venta, búsqueda de empleo, trámites, formación continuada…-. 

 

Ha cambiado la espera y la expectativa. Son tantas las cosas disponibles ‘a golpe de click’ que esperar se vuelve cada vez más complicado. Gestionamos mal, muy mal la incertidumbre y queremos, además, un Internet rápido, que funcione y que sea gratis. Algunos están dispuestos a pagar por la suscripción a productos o servicios digitales, pero la mayoría asume que lo online es gratis. Y cuando nos recuerdan que si algo es gratis es porque el producto somos nosotros, nos quejamos de ser utilizados, pero queremos mantener la gratuidad.

 

Ha cambiado el ritmo. No da tiempo a digerir todo lo que sucede, todo lo que se dice, todo lo que nos llega. 

Ejemplos de lo que no ha cambiado

 

La brecha. Las brechas. La generacional: siempre ha habido diferencias en usos, costumbres, mirada, expectativas de vida entre unas generaciones y otras. Esto sigue sucediendo. La tecnología es a veces vector sólido en la ampliación de esa brecha -generando además conflictos-, y es a veces catalizador para reducir esa brecha. En lo que tiene que ver con las generaciones, se habla mucho de infancia y adolescencia, algo menos de la tercera edad. Claramente unos y otros, los más pequeños y jóvenes y lo más mayores, utilizan tecnología, para comunicarse, aprender, entretenerse y relacionarse. En ambas franjas de edad hay más uso que competencias para manejarse con cierta seguridad, y en ambas franjas de edad hay carencias en cuanto al diseño de productos y servicios, que no siempre están pensados para estas audiencias. De los menores se habla mucho, de los mayores algo menos.

 

La de acceso a oportunidades: sigue habiendo grandes diferencias en las vías de acceso o las posibilidades de formación entre distintos sustratos socioeconómicos, así como entre distintas zonas geográficas. 

 

La de género: afortunadamente la desigualdad se ha reducido drásticamente si nos comparamos con la España de hace un siglo. Sin embargo, algunos puntos se mantienen respecto a tendencias ‘de siempre’. Si hablamos de violencia, por ejemplo, la vertiente digital de esa violencia sigue siendo más de hombres hacia mujeres que viceversa. O si hablamos de empleo y ruptura de techos de cristal, las mujeres siguen llegando en menor cantidad a puestos de decisión en el ámbito STEM -especialmente en el entorno BigTech- porque sigue habiendo menos chicas estudiando carreras relacionadas con la creación de tecnología.

 

No ha cambiado el deseo de proteger a la infancia

 

No es nuevo que la sociedad quiera proteger a sus niños y adolescentes. En lo que tiene que ver con la tecnología digital y los menores, y después de unos primeros años de nuevo con gran inercia en cuanto al acceso de estos a la tecnología, estamos en un punto de inflexión. 

 

Hay quizá dos miradas mayoritarias. La que considera que productos y servicios digitales -desde el dispositivo hasta la app o la web- son culpables de una infancia y una adolescencia más inseguras, menos saludables. Y la que busca o aporta matices para tratar de entender de qué manera contexto y tecnología se unen para acompañar positiva o negativamente a estas franjas de edad. El equilibrio será, quizá, evitar riesgos pero también aprender a afrontarlos. 

 

Siendo como son Lázaro y Zabala autoras de dos libros relacionados con el uso de la tecnología por parte de menores, profundizan en este punto. Parten de una reflexión: los adultos notamos todos los cambios entre el antes y el ahora, de ahí nuestra inercia o nuestra desconfianza, nuestro entusiasmo o nuestra nostalgia, mientras que las nuevas generaciones no han conocido un mundo sin Internet. Ellos y ellas no pueden comparar el mundo de hoy con el del pasado; ni con 1980 ni con 2001. 

 

En todo caso, los adultos tendemos a juzgar sus hábitos digitales sin disponer siempre de toda la información. Los cambios en la manera de ser adolescentes no son solo digitales; tienen mucho que ver también con cómo educamos los padres y las madres de hoy en día.  

Dos grandes cambios, para terminar

 

La simbiosis. Lo digital y lo analógico están mezclados. El mundo ‘real’ influye en el digital, el virtual permea el físico. Las narrativas del mundo digital alcanzan mayor impacto y crean burbujas de manera más eficaz, pero esas narrativas no se crean en Internet, sino en el mundo offline.

 

El trabajo. Ya sucedía antes de la IA, pero la IA sin duda revoluciona las reglas del juego. Los empleos seguirán evolucionando, cambiando, apareciendo y desapareciendo.

Conclusión

 

Lo digital nos ha cambiado de muchas maneras.

 

Quizá no tantas como creemos.

 

Quizá la tecnología ha cambiado las opciones y los procesos, no tanto a las personas.

 

Muchos de los cambios no son digitales.

 

Entre nostalgia e inercia, entre desconfianza y adopción sin condiciones, necesitamos buscar un equilibrio.