Voces por Movimiento Azul
Ciclo de conversaciones que Movistar y nuestro Movimiento Azul organizamos en el Espacio de la madrileña Gran Vía. Conversaciones que buscan sosiego para salir del ruido, que quieren plantear nuevas preguntas sobre el mundo actual y aprovechar las preguntas del día a día, aportando un toque diferente.
En este episodio charlamos sobre Inteligencia Artificial. Es el tema de moda, para lo bueno y para lo malo. Los titulares se inundan de promesas de milagros y de amenazas apocalípticas. En la vida diaria, los ciudadanos la utilizamos cada vez más -a veces sin saberlo-, y somos incluso, también sin saberlo, utilizados por ella. Hablamos sobre IA, tratando de entender, sobre todo, su impacto en nuestra vida cotidiana y familiar.
María Zalbidea es concultora de tendencias en comunicación e innovación, experta en explorar cómo la innovación digital y la tecnología impactan en nuestra sociedad y transforman nuestras vidas. Es además autora del libro "Cosiendo la brecha digital" y lleva más de una década ayudando a las familias a construir hábitos digitales saludables y a gestionar de manera consciente el uso de la tecnología en el hogar. Actualmente amplía su formación con un Máster en Inteligencia Artificial e Innovación que imparten Fourderz y Microsoft, lo que le permite seguir explorando los retos y oportunidades que la tecnología ofrece, especialmente en el ámbito educativo y familiar.
En 1956, un profesor en la Universidad de Stanford en Estados Unidos acuñó el término ‘inteligencia artificial’ para aludir a sistemas informáticos que podían llegar a aprender o razonar como seres humanos. Casi 70 años después, las noticias nos hablan a diario sobre Inteligencia Artificial (IA), sobre su impacto en la Bolsa y su relación con la geopolítica, sobre las nuevas herramientas, las nuevas profesiones, las promesas, los milagros, los delitos, los peligros. La IA está de moda, así que María y María se sientan a charlar sobre cómo aterrizar esa moda para entender su impacto en nuestra vida cotidiana, como profesionales y como familias.
Como punto de partida y en lo que tiene que ver con la tecnología digital, se habla con frecuencia sobre la necesidad de reducir la conectividad, de recuperar lo auténtico, bajar el ritmo de pantallas y redes… o al menos intentarlo. Podemos por ejemplo retrasar la llegada del móvil en el caso de los menores; podemos también reducir el tiempo que dedicamos a las redes sociales e incluso rechazar Whatsapp y vivir en los márgenes de lo analógico. Sin embargo, pese a que esté de moda hablar de bienestar y de detox digital, la realidad es que el detox de IA no es posible. Porque no depende de nosotros, porque no es un aparato que podamos decidir no usar. La IA no se toca, pero está en todas partes. Más que utilizarla o no, necesitamos entenderla, saber dónde está y aprender qué parte de nuestra relación con ella depende realmente de nosotros.
La IA es la tecnología en sí misma; hay modelos, herramientas, aplicaciones y algoritmos... que se basan en programas ‘inteligentes’. En todos los casos, programas que aprovechan grandes cantidades de datos y cálculos, que se entrenan -son entrenados- para realizar tareas, tomar decisiones, resolver problemas… con una intervención humana mínima. La IA es un concepto amplio que engloba varios subgrupos: aprendizaje automático y profundo, redes neuronales, procesamiento del lenguaje natural… Parece complejo, pero desemboca en nuestra vida cotidiana.
La IA va en nuestro bolsillo, en nuestros smartphones; está en nuestras casas, nuestras televisiones, nuestras ciudades, nuestros correos electrónicos, nuestros vehículos o nuestras compras. “Cuando nos hablan de IA, solemos confundir la tecnología en sí con las herramientas. Pensamos que IA es Chat GPT, por ejemplo. Pero va mucho más allá”. Explica María Zalbidea que llevamos años ya con esa IA entrando en nuestras vidas: el algoritmo que nos sugiere qué ver en una plataforma audiovisual, el reconocimiento facial en las fotos de nuestro móvil, los servicios que nos localizan un vehículo para que nos transporte de un sitio a otro, las apps que nos avisan de atascos de tráfico, los pequeños programas informáticos que deciden qué correos electrónicos son spam y se van directamente a la basura… “Es la aparición de la IA generativa la que ha representado una revolución desde 2022, pero llevamos una década introduciendo poco a poco pequeñas pinceladas de IA en nuestras vidas, empezando con asistentes virtuales como Alexa o Siri y continuando con la implementación de sistemas más amplios que no dependen de nosotros como usuarios”.
La IA puede ser un programa que automatice tareas y facilite procesos en las labores cotidianas en el trabajo -mandar mails, agrupar contactos, hacer resúmenes, calcular ahorros…-. La IA puede aplicarse en la ciudad para gestionar mejor el tráfico o amortizar mejor algunos servicios relacionados con la iluminación o la recogida de residuos, por ejemplo. La IA se aplica a la investigación biomédica y farmacéutica, para avanzar en el desarrollo de medicamentos o mejorar en el diagnóstico de enfermedades. La IA se aplica para recomendarnos viajes o ropa o libros o recorridos. La IA se utiliza para descartar aspirantes a empleos. La IA se aplica para identificar condiciones financieras, reconocer talento o prever posibles fallos en infraestructuras. La IA se utiliza para anticipar retorno de inversiones, analizar probabilidades y ejecutar decisiones sobre fallos judiciales o concesión de préstamos.
La IA es mucho más que una web que te hace los deberes o te hace el trabajo. La IA quizá elimine empleos, pero seguramente creará otros. La IA puede contribuir significativamente a mejorar el proceso de aprendizaje de las nuevas generaciones, aunque eso no es sinónimo de introducir la IA en el sistema educativo sin reflexión o planteamientos pedagógicos sólidos.
Algunos datos procedentes de informes o estudios que presentadora y entrevistada comparten:
El mayor miedo que tenemos a nivel profesional es el del impacto de la IA en el empleo, que nos quite trabajo.
Cuanto más cualitativo es el puesto de trabajo actual, más se usa la IA disponible.
Una gran mayoría de estudiantes españoles afirma haber utilizado IA y añade que es fundamental que se forme mejor en colegios, institutos e universidades sobre esta tecnología.
Muchos europeos no saben cómo aplicar la IA en la vida cotidiana.
En el caso concreto de las familias, padres y madres creemos que la IA puede ser buena para su aprendizaje, que será clave en su futuro… pero también nos preocupa que hagan mal uso de las herramientas o que dejen de esforzarse porque la IA pueda hacer por ellos todo el trabajo.
Nos quedamos con este último punto para abordar la realidad de las familias, sus inquietudes o expectativas respecto a la IA.
Zabala trata de resumir algunos de los aspectos en que la IA impacta en la vida familiar. Por una parte, las aplicaciones de IA más tangibles, las más cercanas a lo que conocemos como domótica: la nevera que te haga la lista de la compra, por ejemplo, o que suba y baje persianas o regule temperaturas. Por otra parte, la IA más intangible, de la que no somos siempre conscientes, y que está presente en servicios absolutamente integrados en nuestro día a día: la acción del algoritmo para recomendar canciones, vídeos, series, contenidos en redes, compras, precios de servicios que consultamos online y que varían en función de lo que la IA detecta, etcétera2. Y en tercer lugar, el uso creciente de cualquiera de las nuevas herramientas de IA generativa, que no siempre conocemos los adultos y que, sin embargo, niños y adolescentes exploran con enorme curiosidad.
“Quizás lo que la IA representa para las familias es, en primer lugar, una nueva faceta de brecha generacional, otro espacio en el que nos cuesta entender la vida de nuestros hijos”. Comenta Zalbidea que estamos todavía en los inicios de esta era, que es fundamental formarse, no rendirse. “Muchas familias siguen dudando sobre pantallas sí o no, sobre el impacto de la tecnología en infancia y adolescencia, sobre cuándo dar el móvil… y ahora llega la IA; es normal que sintamos cansancio, pánico o indiferencia”.
No siempre sabemos nosotros cómo aplicar la IA a nuestra vida personal o profesional. No siempre somos conscientes de que lo que nuestros hijos nos oyen decir sobre la IA -con más o menos conocimiento de causa- impacta también en la idea que ellos se hagan. No tenemos quizá claro dónde o a quién acudir para recibir información rigurosa, de calidad y cercana a la vida de cada día. De todo esto hablan las Marías, con dos conclusiones fundamentales:
1.-) En el ámbito familiar, muchos progenitores hemos optado por una dualidad sobre la IA: entendemos que será cada vez más importante en nuestras vidas -profesionales y personales- y también en las de nuestros hijos, pero desconfiamos de que ellos la utilicen porque no tenemos claro que vayan a hacerlo sin riesgos.
2.-) Los datos nos cuentan que, sobre todo, las familias no queremos que nuestros hijos usen la IA para hacer trampas (de nuevo pensamos solo en herramientas de IA generativa). El resultado es una desconfianza que no siempre va en línea con el interés de quienes educamos por realmente formarnos, aprender y ser ejemplo activo de uso de la IA. ¿Usamos los adultos Chat GPT para hacer trampas, acortar recorridos, dejar de pensar…. o realmente para afinar nuestro trabajo?
Un ejemplo: la IA y los deberes. Hace ya tiempo que disponemos de entornos digitales en los que, por ejemplo, podemos aprender idiomas o practicar matemáticas, y esos entornos utilizan IA para evaluar nuestra progresión. Esta IA facilita el aprendizaje autónomo y no es sinónimo de hacer trampas. En el caso de herramientas como Chat GPT, al principio es cierto que simplemente respondía a las preguntas planteadas por el usuario (el menor que pedía ayuda con sus deberes, por ejemplo). Hoy, con el sistema alimentado y la herramienta adaptándose a las inquietudes sociales, si un estudiante pide la solución de un problema, Chat GPT no da simplemente la solución, sino que explica el proceso. En todo caso, nuestra misión como educadores no es solo prohibir o permitir el uso de IA -comenta Zalbidea-, sino tratar de fomentar que nuestros menores, más que pedir a la IA que les haga el trabajo, recurran a la IA para practicar, mejorar y ampliar. Esa misión se añade por descontado a la que tiene que ver con la más importante: conocer a nuestros hijos. “No a los que queremos tener, sino a los que tenemos”, como suele decir Zabala. No todos los niños usan IA para hacer trampas.
Enseñemos, pues, a nuestros hijos a vivir en un mundo en el que hay IA.
“No se trata de que todos hagamos un master o leamos libros”, añade Zalbidea, “sino de que busquemos inspirarnos, que encontremos referentes a los que escuchar y de los que aprender”.
“Nos da pereza a todos los niveles”, añade Zabala. “Y no es pereza por falta de interés, sino quizá por estrés y agotamiento de tener que estar siempre actualizándonos”. María y María hablan del FOBO, ese fear of becoming obsolete o miedo a quedarse atrás. “Nos da pereza formarnos y nos da miedo no formarnos”. Esta dualidad es un primer marcador real del impacto de la IA en la vida familiar. Porque hay IA que ya está presente en nuestras vidas, de la que no somos conscientes, y que quizá representa también riesgos (de privacidad o libertad de decisión, por ejemplo). Sin embargo, como sucede en tantos aspectos de la convivencia entre familia y tecnología, nos quedamos con el titular. En este caso, ese titular es centrarse en el riesgo de que nuestros niños y adolescentes usen herramientas como Chat GPT o apps de IA que permiten modificar imágenes y pierdan interés en el esfuerzo personal o cometan, incluso, delitos.
De cara al futuro, necesitamos recordar que, por mucha innovación, por muchas competencias digitales que adquiramos nosotros o adquieran nuestros hijos, la clave es el factor humano. “Algunos de los mensajes que escuchamos constantemente se refieren a las amenazas de deshumanización, que nos quieren convencer de que la tecnología lo hará todo y nosotros o nuestros hijos perderemos oportunidades”, explica Zalbidea. “A nuestros hijos les pedirán conocimientos técnicos, pero sobre todo les pedirán las conocidas como habilidades blandas o soft skills: creatividad, empatía, pensamiento crítico, adaptación, colaboración, entre otras”.
Además de comentar todos los puntos mencionados hasta aquí, la conversación de Voces tocó también otros temas sensibles:
Los sesgos que los programas de IA heredan de quienes los entrenan (personas, webs, el ‘todo’ digital). Por ejemplo: si tu prompt es ‘muéstrame imágenes de CEOs de compañías multinacionales’, la IA tenderá a mostrar imágenes de hombres más que de mujeres.
Los riesgos de suplantación de identidad por el fácil acceso a herramientas de IA que clonan voces.
Las alucinaciones o fallos de la IA.
Las carreras con más o menos salidas, el uso de la IA sin importar a qué nos dediquemos.
Hoy por hoy, con la IA, la palabra clave es supervisar. Chequear los resultados que obtengamos, revisar las respuestas, acompañar a nuestros menores. “Soy optimista por naturaleza”, concluye María Zalbidea. “Si somos capaces de mantener los aspectos más esenciales del ser humano, no habrá máquina que nos sustituya”.
Brindemos, pues, por una IA que sea aliada de la I humana. Esa alianza no depende al 100% de nosotros como usuarios, pero si hay un rasgo humano que nos distinga es, precisamente, el de la esperanza. No la perdamos.