Voces por Movimiento Azul
Ciclo de conversaciones que Movistar y nuestro Movimiento Azul organizamos en el Espacio de la madrileña Gran Vía. Conversaciones que buscan sosiego para salir del ruido, que quieren plantear nuevas preguntas sobre el mundo actual y aprovechar las preguntas del día a día, aportando un toque diferente.
En este episodio dialogamos sobre la importancia, hoy más que nunca, del pensamiento crítico, del debate respetuoso y de las buenas conversaciones. Charlamos sobre qué significa buscar la verdad y sobre cómo nos afectan nuestros sesgos. Y hablamos también sobre cómo los adultos debemos ser referencia para niños y adolescentes.
David Cerdá es economista, doctor en Filosofía y profesional de la gestión empresarial, la educación, la mentoría y la ética. Estudioso del comportamiento humano, ha impartido conferencias y cursos en numerosos países. Publica en diversos medios nacionales, ha traducido a autores como Rilke, Shakespeare o Stevenson y es autor, entre otras obras, de Ética para valientes y El dilema de Neo, ambos con la editorial Rialp.
Nos exponemos a contenidos, opiniones, vídeos, titulares, comentarios… prácticamente a diario. ¿Por qué pensamos lo que pensamos? ¿Porque lo piensan todos? ¿Porque me viene bien o me hace sentir cómodo? ¿Pensamos por nosotros mismos? ¿Adultos sí, menores no? ¿Conocemos nuestros sesgos? ¿Nos conocemos a nosotros mismos? ¿Queremos exponernos a lo diferente?
En tiempos de noticias falsas, desinformación y bulos, nos hablan con frecuencia sobre la relevancia de ejercer el pensamiento crítico. Discernir, reflexionar, cuestionar los contenidos que consumimos, las noticias que leemos y escuchamos, para no dejarnos llevar por el ruido. Nos recuerdan que ese pensar de manera crítica es una competencia fundamental, para adultos y para menores.
María y David dedican su conversación en Voces a desgranar algunas de las razones por las que, efectivamente, el pensamiento crítico es importante, aunque no necesariamente fácil. A continuación, algunos titulares que resumen la conversación.
En el siglo XVII, Francis Bacon ya definía el pensamiento crítico como el deseo de buscar, la paciencia para dudar, el gusto por meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para disponer y poner en orden; y odio por toda clase de imposturas. Pensar antes de actuar, antes de decir, antes de decidir una postura o razón, lleva siglos siendo algo importante.
“El pensamiento crítico no es una opinión, ni una ideología, ni una mirada concreta”. Con esto abre María, que comenta cómo en muchos de sus talleres con familias, dirigidos a reflexionar sobre el uso de la tecnología, padres y madres coinciden en la importancia del pensamiento crítico, interpretando con frecuencia -y equivocadamente- que hijos con pensamiento crítico son hijos que piensan como sus padres y madres. Si alguien piensa como nosotros, está pensando bien.
David aporta una mirada diferente: “quizá más que pensar en pensamiento crítico, que nos lleva a ponernos a la defensiva, podemos pensar en pensamiento lúcido. El que se alcanza cuando la verdad juega un papel real en nuestra vida. La verdad no es un concepto académico, ni político; tiene que ver con la realidad que nos rodea. Tomamos decisiones todos los días y, al hacerlo, es importante trabajar en nuestra relación con la realidad”.
Lo importante es no elevar nada a definitivo, estar siempre dispuesto a volver a pensar. Sin embargo, en estos tiempos de incertidumbres en los que buscamos, sobre todo, certezas, no siempre apetece pensar y mucho menos cambiar de opinión. Nos sentimos cada vez más seguros en posicionamientos, etiquetas, tribus y grupos. Hay que salir de lo que pensamos, somos más que eso. La actual deriva identitaria y las etiquetas no deberían definirnos.
Cada vez más personas dedican tiempo a cuidar su cuerpo; cuidar nuestra mente no está tan de moda. David cree que deberíamos pronunciar más a menudo la frase “no lo sé, necesito más tiempo para decidir”. Tenemos prisa por opinar, por saber, decir, añadir, convencer. Pero si el pensamiento es rotundo, quizá no es del todo correcto. Menos rotundidad y más curiosidad, más preguntas, más duda, más retarse.
Con el enemigo luchas para que solo uno quede; con el adversario aprendes desde los distintos valores defendidos. La magia necesaria para pensar de manera crítica requiere bajar decibelios, dedicar más tiempo a debatir y argumentar en lugar de solo discutir. Tratar de no perseguir convencer al contrario o ganar la discusión. “Pensar de forma crítica uno solo es menos eficaz. Si no entrenamos el buscar junto a otros la verdad, saldremos perdiendo”, explica David. Pues bien, parece ser que no queremos adversarios, sino enemigos. Buscamos mayoritariamente la confrontación, o eso parece. ¿Por qué buscamos la confrontación? ¿A quién le viene bien que confrontemos?
La verdad -el conocimiento- es algo que brota del choque de dos espadas, dijo Nietzsche. No es algo que se encuentre fácilmente, sino que requiere un esfuerzo, un conflicto, para ser revelada. Necesitamos amigos que nos cuestionen, parejas que nos reten, padres y madres que no nos lo pongan todo fácil. Necesitamos practicar una vida cotidiana en la que nos enfrentemos, con calma, a situaciones, comentarios, vivencias… que nos reten. No nos gusta debatir porque no estamos acostumbrados. Para debatir hace falta práctica; para gritarse o tratar de convencerse, desde el insulto, no hace falta práctica.
Debate profundo entre entrevistadora y entrevistado en este punto. Tolerancia no es indiferencia, y hay demasiada equidistancia en aspectos rigurosos en los que no deberíamos dudar. No deberíamos confundir pluralismo y relativismo. Con lo primero consideramos que todos tenemos derecho a la libertad de expresión. Con lo segundo asumimos que cada uno tiene su verdad. Y esto último no es cierto. No hay tantas verdades como personas. No se es más tolerante por decir “que cada cual piense como quiera”.
En la conversación se alude a esta cita: la sabiduría es alcanzar el equilibrio entre dos virtudes: la virtud de escuchar a otros por si tienen mejores ideas que yo, y la virtud de mantenerse firme en mis ideas hasta que me convenzan sobre otras con argumentos suficientes. No es fácil, entre tanto ruido, encontrar el silencio para pensar, para elegir a quién escuchar, de quién aprender, con quién debatir. Ojalá aprender a buscar ese silencio antes de decidir qué consideramos verdad o mentira.
“Vivimos una época en la que buscamos comodidad en todo”, dice María. “Eso es peligroso”, comenta David, “porque no aprendes. Es más interesante la vida cuando hay desafíos, porque son oportunidad”. “Pero nadie quiere desafíos constantes”, cierra María. La frase de camiseta de ‘salir de la zona de comfort’ es simple y no encierra todas las soluciones, pero lo incómodo nos reta y los retos nos construyen. Acomodarnos es tentador, las redes lo saben y nos quieren ahí dentro, cómodos y calentitos. Hay que salir. El detox digital, tan odiado por María, no es el Santo Grial, pero necesitamos más dosis de realidad que de algoritmo para pensar con calma.
Dicen que el pensamiento crítico es la bala mágica contra los bulos y las fake news, pero María se pregunta quién decide qué es falso. El mayor de los problemas no es saber distinguir una noticia falsa de una verdadera, sino ser capaces de ver dónde una noticia incluye algo tendencioso que se aleja de la verdad para llevarnos a conclusiones interesadas.
Es difícil encontrar la verdad, así que tendemos a querer quedarnos con nuestra verdad. En esto juegan un enorme papel los sesgos, y en ello profundiza María. Pero la verdad es irrefutable, y en eso profundiza David. Las verdades irrefutables nos unen, no hay debate, así que nos empeñamos en buscar otras, que sí nos confrontan. La verdad es una cualidad, algo muy sencillo, la adecuación a la realidad. Y es importante recordar esto porque la mayoría de las polémicas que nos confrontan, que nos hacen querer convertir al adversario en enemigo para convencerlo de que nosotros tenemos razón, son falsas.
La verdad suele estar lejos del ruido. “Necesitamos”, afirma David, “cogerle el gusto al proceso de buscarla sin cesar”. Apartándonos de la distracción de los gritos. Ahí no está la verdad.
El mundo digital es una fuente constante de distracción. De aprendizaje, de información, de conexión… y de distracción, anestesia y ruido. A la hora de interpretar el mundo que nos rodea, con frecuencia nos creemos lo que nos viene bien. Estamos a menudo insatisfechos porque buscamos demasiadas cosas en nosotros y nuestra individualidad, cuando la satisfacción suele estar en la conexión con el prójimo. Y estamos insatisfechos también porque nos rodean expectativas de éxito, acumulación, consumo, sentimientos… y si no llega eso que esperamos y que nos han dicho que hay que conseguir, nos sentimos vencidos.
Necesitamos asumir la responsabilidad, como padres y madres. Acompañar a nuestros hijos en el desarrollo del pensamiento crítico, de la búsqueda de la verdad, de la capacidad de argumentación…. no pasa por ser sus amigos sino por retarlos, ser sus ‘adversarios’, poner límites, tener conversaciones difíciles, ejercer la autoridad desde el razonamiento y el cariño. Hablamos mucho de salud mental de la infancia y la adolescencia, de las causas y los efectos de esa peor salud mental; hablamos menos de que el relativismo en la educación no ayuda. “Decir ‘has venido al mundo a realizarte y a ser feliz no ayuda a un niño’”, sentencia, polémico, David. No sabemos sufrir, no enseñamos a sufrir. Necesitamos enseñar a convivir con la frustración, con el principio de realidad.
Como decía Serrat en la canción Sinceramente tuyo: la verdad no es triste, es inevitable.
Las trincheras en las que los míos me aplauden no son el lugar en el que voy a encontrar la verdad.
Vivimos tiempos de enorme ansiedad colectiva porque necesitamos imponer nuestra postura. Pero estar en lo cierto no es lo mismo que tener razón.
Necesitamos educar a gente buena, gente a que piense en aportar a lo colectivo.
La IA nunca compondrá una gran sinfonía que perdure, como las de Brahms, porque no sufre. La belleza pasa, a veces, por el sufrimiento.