Voces por Movimiento Azul
Ciclo de conversaciones que Movistar y nuestro Movimiento Azul organizamos en el Espacio de la madrileña Gran Vía. Conversaciones que buscan sosiego para salir del ruido, que quieren plantear nuevas preguntas sobre el mundo actual y aprovechar las preguntas del día a día, aportando un toque diferente.
En este artículo nos hacemos preguntas sobre lo que nos une, especialmente en relación con la revolución digital de los últimos años. Porque a diario nos recuerdan todo eso que nos diferencia a unos de otros, que nos confronta o nos aleja o nos lleva a los extremos. En esta primera conversación buscamos puntos de encuentro. Y lo hacemos con Nuria Pérez Paredes, escritora y creadora de proyectos sonoros.
Nuria nació en Galicia, estudió periodismo en Santiago, Nottingham y Bolonia, se diplomó en publicidad en Milán e inició su vida laboral en Italia y Reino Unido como directora creativa en agencias de publicidad. Formada en escritura creativa en el Birkbeck College de Londres, durante un tiempo acompañó a emprendedores, asesorándoles en estrategia, comunicación y misión de marca. Actualmente escribe libros, imparte charlas y crea y dirige proyectos sonoros como Gabinete de Curiosidades, con el que ha ganado diferentes premios, incluido el Premio Ondas 2022. En 2024 publicó la novela ‘No tocarás’ (Salamandra).
Más allá de algunas de las preguntas de siempre - ‘tecnología sí o no’, ‘móviles antes o después’, ‘mucha, poca o ninguna exposición a las pantallas’, ‘redes sociales malas o buenas’, ‘lo digital es beneficioso o es perjudicial’…-, merece la pena intentar hacernos nuevas preguntas. La más importante, quizá, en estos locos tiempos de tanto juicio y prejuicio… ¿Qué nos une?
La irrupción de Internet y la ‘transformación digital’ nos han traído un cambio de era. Nuevas herramientas, nuevos canales y formatos, nuevos productos y servicios -y los que llegarán- impactan en nuestras vidas. “Lo digital” se une a muchos otros cambios de muchos otros tipos y nos encontramos, quizá, en un punto de inflexión. Nos une que vivimos todo esto con cierta inercia y cansancio, conscientes del ruido y la desinformación, inquietos por la incertidumbre, aunque confiados en las ventajas de la innovación. Así lo expresa María durante la conversación: “nos une que la mayoría de los adultos hemos adoptado en los últimos esta revolución digital de manera masiva, y ahora llegamos a un punto en el que somos conscientes de la necesidad de parar, del peligro de esa distracción constante, de los beneficios y también las desventajas de tanta conectividad. La tecnología digital nos regala y nos roba cosas; creo que nos une el hecho de que somos cada vez más conscientes de ello y, aunque a veces esa conciencia nos conduce a los extremos -para estar bien habrá que desconectar al 100%-, nos une también la convicción de que la digitalización ha traído cosas fantásticas a nuestra vida”.
Lo digital nos ha facilitado el acceso al conocimiento y nos permite compartir momentos con nuestros seres queridos a pesar de la distancia. “Estos son sin duda, para mí, los dos grandes beneficios de la revolución digital”. Así se expresa Nuria que, sin embargo, reconoce que la disponibilidad constante y la híper-conectividad son un lastre, para todos y especialmente para los jóvenes, y son quizá la razón de que surjan movimientos internacionales que abogan por el silencio, la desconexión o poner en valor los tiempos, las pausas, el cara a cara.
Nos une ser también cada vez más conscientes de que tenemos un mayor acceso a la información, pero no necesariamente a la verdad o a lo verdaderamente valioso. Nuria pone especial énfasis en el enorme daño que nos hace el algoritmo en este sentido. “Quienes están detrás del algoritmo deciden por nosotros qué pensar, algo grave y peligroso. El algoritmo decide a qué o a quién vas a prestar atención, qué vas a ver primero. Y lo que es peor, el algoritmo decide dar volumen al que grita, ocultar al que susurra. El ruido da mejor resultado y el algoritmo lo sabe”. Todo esto es, en parte digital, pero es sobre todo intereses creados, a la naturaleza del ser humano y a las tentaciones del poder. Recuerda Nuria a dos grandes: “lo que Orwell temía era que se prohibieran los libros. Lo que Huxley temía era que no hubiera razón para prohibirlos porque nadie querría leer uno”[1].
En vista de ese poderoso algoritmo y del también poderoso interés geopolítico y tecnológico que lo determina, María insiste en la importancia de que a los ciudadanos nos una también una mayor responsabilidad como usuarios, una mayor tendencia a la ‘incomodidad’ de no solo exponernos a lo que nos da la razón. Necesitamos ser capaces de elegir, a veces, tomar decisiones incómodas en nuestras vidas digitales. No solo usar, no solo no usar tecnología, sino usarla con cabeza. Necesitamos, en definitiva, seguir pensando, leyendo, aprendiendo, sintiendo, arriesgando, creando. Seguir conversando.
Eso sí, sin sosiego, difícilmente habrá buenas conversaciones. Nuria habla sobre los debates políticos norteamericanos del siglo XIX, entre Adams y Lincoln, tan diferentes de los debates de hoy. Y habla también de cómo el medio pasó a ser el mensaje ya a mediados del XX, cuando la política pasó a centrarse en la cosmética. El desprestigio del mensaje no es nuevo ni es consecuencia de la llegada de Internet, pero las redes especialmente contribuyen a que el mensaje importe poco y a que nos apetezca muy poco tener conversaciones que no consistan en convencer al contrario.
[1] George Orwell, autor de 1984 (1949); y Aldous Huxley, autor de Un mundo feliz (1932).
Móvil y redes. Pero tecnología es mucho más, como se empeña en recordar María: gestión de ciudades, domótica doméstica, eHealth y mHealth, IA… Productos y servicios que van más allá del consumo pasivo de contenidos -que es lo que tanto preocupa- y que tienen que ver con el uso activo y consciente de la tecnología que nos rodea. “Ojalá todos usáramos más Duolingo que Instagram”, comenta Nuria. Amén.
La generalización de la Inteligencia Artificial es un ejemplo. Haters y followers se alternan en los titulares. Mientras María reconoce una cierta pereza para ponerse al día, Nuria afirma vivir el momento entusiasmada: “la IA es un antes y un después, un logro de la Humanidad, comparable al momento histórico en el que se inventó la imprenta. Los miembros de la Generación X somos unos privilegiados; hemos vivido y seguimos viviendo cambios fascinantes”. Proud to be GenX, 😉
A los que Nuria considera una generación de casi ratones de laboratorio, por cómo han crecido expuestos a dispositivos, contenidos o conductas asociadas a la tecnología. “Estoy convencida de que dentro de 40 años se verá lo que ha pasado en este sentido en los últimos años como se ve ahora que una mujer embarazada fume”. Los adolescentes no pueden experimentar como lo hicieron sus padres o madres, todo queda ahora registrado, y los riesgos de crecer ‘en digital’ son incuestionables. Tan presentes como los beneficios. La alternativa, la manera de proteger, señala María, no puede limitarse a decirles que no usen tecnología, que no accedan, que no naveguen, que no prueben, que no se arriesguen. Necesitamos, además de normativas eficaces, compromiso de las plataformas y capacitación para todos, que las familias se empeñen en fomentar valores, principios y estímulos que conduzcan a las nuevas generaciones a buscar lo mejor en lugar de conformarse con lo primero que vean. “La educación sobre todo esto llega mucho antes de que les des el móvil”, apostilla Nuria.
“Internet mató al romanticismo”, sentencia Nuria. “Se acabaron el cuidado, el mimo, la paciencia, la espera… en las relaciones”. Y pese a ello, o quizá precisamente como consecuencia, los jóvenes sienten fascinación por lo de antes: cuadernos, vinilos, móviles analógicos, cafeterías sin wifi. “Se valora cada vez más lo físico, el hecho de dedicar los cinco sentidos al otro”.
¿Pero cuánta nostalgia es demasiada nostalgia? Eso pregunta María con un poco de humor, con cierto escepticismo. “Los adultos no vivimos una juventud más autentica por disponer del talento para reconocerla, sino porque crecimos cuando crecimos. ¿Es realmente todo terrible hoy?”
“Sigue habiendo belleza”, concluye Nuria.
Busquémosla.