Con la llegada del verano, es habitual que nuestro peso, pero también nuestro sistema digestivo se altere. Algo que se debe a los cambios de horario y la irregularidad de nuestros hábitos alimentarios pues realizamos más comidas fuera de casa y a horas distintas a las habituales. Por ello, es importante ajustar nuestra alimentación y adaptarla al contexto veraniego, para sentirnos en plena forma y mantener un óptimo estado de salud. Veamos cinco consejos prácticos que nos ayudarán a conseguirlo.
La alimentación en verano para por la hidratación
El agua es la bebida más hidratante, por lo que su consumo debería aumentarse ligeramente en verano. Con el aumento de las temperaturas, nuestro organismo puede experimentar una mayor deshidratación.
Por contra, el consumo de cualquier bebida alcohólica puede favorecer la deshidratación. Esa es la razón por la que es aconsejable limitar su consumo y priorizar otras alternativas más saludables. Algunos ejemplos son el agua con gas o bebidas caseras refrescantes mezclando agua mineral con frutas (limón, lima, fresas…) o con hierbas aromáticas (menta, albahaca, etc.).

Come alimentos de temporada
Melón, sandía, fresa, albaricoque, nectarina, tomate, berenjena, judía verde, pimiento, calabacín, etc. son algunos ejemplos de los alimentos que se recolectan entre los meses de junio-agosto. Es entonces cuando alcanzan su punto óptimo de maduración. Y por lo tanto contienen un mayor aporte de nutrientes antioxidantes beneficiosos para la salud.
Además, consumir alimentos de temporada conlleva un beneficio económico (su precio es menor) y un menor impacto medioambiental, sobre todo si escogemos fruta y verdura de proximidad.
Comidas «extra»: sí, pero con precaución
Comer fuera de casa es más habitual en esta época y no debemos renunciar a este acto ya que ayuda a romper con la rutina y a socializar con nuestro entorno. Sin embargo, debemos tomar consciencia de la frecuencia en la que realizamos estas comidas y aprender a mantener un equilibrio ya que un exceso de estas comidas puede provocar desajustes en nuestros hábitos digestivos. Limitar la frecuencia de comidas y cenas fuera de casa a dos veces a la semana podría ser una buena estrategia, así como planificar nuestros menús diarios para evitar el consumo excesivo de comida «take away» cuando no disponemos de alternativas saludables en nuestra nevera.
Consume cinco raciones de fruta y verdura
El verano es una época ideal para aumentar el consumo de frutas y verduras debido a su gran variedad y accesibilidad. Base de una buena alimentación en verano, pero también todo el año. Podemos alternar el consumo de vegetales crudos (ensaladas) y verduras cocidas (brasa, horno o vapor) en comidas o cenas. Otra forma de consumirlas es como palitos de zanahoria o crudités para llevar a la playa.
Además, debemos añadir tres raciones de fruta entera (evitando zumos) en cualquier momento y comida del día (desayunos, postres, meriendas, añadiendo frutas a ensaladas o aperitivos, etc.).
Para una buena alimentación en verano, evita el exceso de dulces
Los helados y bebidas azucaradas como los refrescos, horchatas y granizados son productos de consumo más habitual en verano, Sin embargo, debemos evitar una excesiva ingesta y reservarlos para ocasiones esporádicas ya que contienen elevadas cantidades de azúcar, cuyo consumo crónico puede favorecer el estreñimiento y propiciar enfermedades relacionadas con la resistencia a la insulina.
En su lugar, para tener una buena alimentación en verano, puedes preparar alternativas más saludables. Un buenas opción es elaborar sorbetes caseros sin azúcar. Por ejemplo, congelando la pulpa de la fruta y triturándola posteriormente con un robot de cocina. O bien, brochetas de fruta bañadas en chocolate puro derretido.
En cuanto a las bebidas, existen opciones sin azúcar o podemos preparar batidos saludables con leche, yogur o bebidas vegetales sin azúcar a las que podemos añadir cualquier fruta madura y dátiles triturados que endulzarán el resultado.
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