La vacunación masiva de la población es la estrategia más factible para poder hacer frente a la pandemia y volver, poco a poco, a la normalidad. Hay diferentes alternativas de vacuna y el gobierno de España ha desarrollado una estrategia de vacunación en diferentes etapas.
La población infantil y adolescente no se ha considerado como un grupo prioritario a vacunar de momento, ya que existen otros grupos de población con mayor riesgo.
El principal objetivo es prevenir el COVID-19 y disminuir su gravedad y mortalidad, protegiendo especialmente a aquellos grupos más vulnerables.
La vacunación protege directamente a cada persona vacunada y de forma indirecta al resto de la población.
La mayor parte de las vacunas requieren la administración de dos dosis para conseguir una respuesta inmune adecuada. A día de hoy, a nivel mundial, se están desarrollando más de 200 candidatas a vacunas diferentes frente al COVID-19, utilizando distintas tecnologías.
El objetivo de administrar una vacuna es que el organismo genere defensas conocidas como anticuerpos. Estos anticuerpos reconocen las sustancias que no son propias del organismo (los antígenos), se unen a ellas y las neutralizan.
Las nuevas vacunas hacen que nuestras defensas actúen contra una proteína del coronavirus llamada proteína S. Esta proteína encaja en la enzima ACE2 de la célula humana como una ‘llave en una cerradura’, abriendo así una vía de entrada al virus que causa el COVID-19 y favoreciendo la infección. Al vacunarnos, nuestro sistema inmune reconoce como extraña a la proteína S produciendo anticuerpos neutralizantes que se unen a ella bloqueando la entrada del virus a las células. A su vez, esta respuesta de defensa queda en la memoria de los linfocitos T de manera que, si la persona vacunada se infecta más adelante, los linfocitos T de memoria reconocerán la proteína S del virus y lo destruirán.
Las vacunas desarrolladas hasta el momento son de tres tipos:
Ante las nuevas mutaciones del virus, si estas no afectan a la proteína S es muy probable que la vacuna siga siendo efectiva.
Todos los medicamentos tienen efectos adversos potenciales. En el caso de las vacunas, los beneficios superan al riesgo. Los efectos adversos más frecuentes son reacciones adversas leves (fiebre o dolor en el lugar de la inyección) o, con menor frecuencia, otras más graves (como anafilaxia). Tras la administración se aconseja estar en observación unos 20 minutos.
La protección más elevada con la vacuna Pfizer/BioNTech se obtiene transcurridos 7 días después de la segunda dosis. Con la vacuna Moderna, 14 días después de la segunda dosis y con la de AstraZeneca, 28 días después de la segunda dosis.
Es muy importante que, hasta que una proporción importante de la población no haya sido vacunada, tanto las personas vacunadas como las no vacunadas sigamos manteniendo todas las medidas de prevención.
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