Los datos de Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, no dejan lugar a dudas. 2023 fue el año más cálido de la historia y la perspectiva para 2024 es inquietante, con este mes de mayo como el duodécimo consecutivo con temperaturas récord. Como sabemos, la humanidad está detrás del aumento de fenómenos climatológicos extremos, como las olas de calor, que favorecen la propagación de los incendios forestales y arrasan hectáreas en todo el planeta.
La combinación de estas olas de calor prolongadas, sequías persistentes y baja humedad, unida a una vegetación muy seca, genera incendios excepcionales en zonas libres de este problema hasta hace bien poco, entre ellas, la región ártica o el norte de Europa.
Por otro lado, áreas hasta ahora habituadas a los incendios como la Mediterránea, Chile, Australia o California son testigo de episodios con una virulencia nunca vista antes. Aún tenemos en la retina lo ocurrido el año pasado en Hawái donde la ciudad de Lahaina quedó devastada, con más de un centenar de personas que perdieron la vida y un millar de desaparecidos.
España, testigo de innumerables incendios
En este contexto, en España, como les sucede a todos los países del arco mediterráneo, la actual peligrosidad extrema de los incendios se debe en gran medida a la crisis climática.
Sin embargo, no es ni mucho menos la única causa. El abandono de usos y aprovechamientos en el medio rural juega un papel relevante. El fuerte despoblamiento y envejecimiento rural, el abandono de usos tradicionales – como el pastoreo o el cultivo de pequeñas huertas -, la escasez de aprovechamientos forestales y la ausencia de políticas serias que gestionen el territorio ha derivado en un paisaje homogéneo y muy inflamable. Estos problemas, junto al aumento de la interfaz urbano-forestal, es decir, de áreas donde núcleos poblados se encuentran con zonas forestales, hacen del paisaje mediterráneo un polvorín. Esto se debe a que aquí el riesgo de incendios es mayor, por la combinación de la vegetación combustible y las viviendas.
¿A qué nos enfrentamos?
Por tanto, frente a este escenario descrito por WWF tenemos varias certezas.
Primera: las olas de calor serán más frecuentes, largas y severas, por lo que este tipo de incendios tenderán a hacerse más habituales.
Segunda: no hay sistema de extinción capaz de abordar estos incendios extremos porque en muchos casos son inapagables sin poner en riesgo la seguridad de los operativos.
Y tercera, la buena noticia es que sabemos cómo mitigar estos desastres.
La respuesta debe ir hacia su prevención; no podemos evitar que haya incendios, pero sí podemos evitar que ardan de forma tan incontrolada y peligrosa con daños extremos sobre la naturaleza y las poblaciones.
Cada vez existe un mayor consenso sobre la urgencia de impulsar una política de prevención ambiciosa que ponga la gestión del territorio en primer plano y que persiga paisajes vivos, diversos, resistentes y resilientes a los grandes incendios. Sabemos que, independientemente del aumento de los recursos para la extinción, si no adaptamos el territorio, sus impactos seguirán aumentando en el sur de Europa durante las próximas décadas.
Por ello, ante la necesidad de diseñar paisajes más resilientes, creemos que la restauración ecológica es una herramienta que ofrece una magnífica oportunidad. Gracias a ella, tendremos bosques mejor adaptados al cambio climático, que reduzcan el riesgo de incendio, promuevan la conservación de la naturaleza, el suministro de servicios ecosistémicos y contribuyan a generar riqueza en las zonas rurales.
Prevenir incendios es cosa de todos
Todos podemos implicarnos de forma activa en la lucha contra los incendios forestales. Entre otros consejos sencillos, WWF recuerda que, si se detecta fuego, ahora que todos tenemos un móvil en el bolsillo, hay que avisar al 112 urgentemente.
Cuando se salga de ruta, conviene consultar primero el riesgo de incendios en la AEMET. Es importante no hacer fuego ni barbacoas en el campo o en zonas próximas a terrenos forestales. También es clave evitar fumar, pero si se hace, no se deben tirar colillas al suelo.
Por otro lado, es clave no arrojar basura y recoger los residuos que se encuentren. Asimismo, si se localiza un punto de vertido ilegal en el monte, hay que comunicarlo a las autoridades, ya que puede ser un foco de incendio.
Si se practica senderismo, hay que ser consciente de barrancos u hondonadas, y mantenerse dentro de los circuitos señalizados. Tampoco conviene abandonarlos si se circula con vehículos a motor. Por último, las casas en zona de bosque deben protegerse y mantener un perímetro desbrozado.
Está en nuestra mano evitar que este verano nuestros bosques vuelvan a arder.