Los retos que enfrentan los sistemas educativos hoy en día todavía son brutales: hay millones de estudiantes que siguen sin aprender, las demandas de formación son cada vez más complejas, no hay docentes expertos suficientes para toda la demanda educativa… por citar solo algunos de los retos que más urgen en entornos vulnerables.
Al mismo tiempo, tenemos la oportunidad de asistir y experimentar en primera línea al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación. La Inteligencia Artificial, que hace unos años era una promesa, se ha desarrollado exponencialmente. Miles de millones son invertidos en el desarrollo de algoritmos, en el aprendizaje de máquinas y en el aprendizaje automático, donde grandes cantidades de datos son analizados para identificar patrones y construir un modelo para predecir valores futuros: los algoritmos aprenden.

¿Dónde y cómo el potencial de esas tecnologías se va a encontrar con los retos de la Educación? Ahí surge una buena pregunta a la que llevo dedicando más de dos décadas.
En estos años de trabajo y observación, he asistido al ciclo de vida completo de algunas tecnologías y he comprendido que hay patrones que se repiten en los momentos donde irrumpen y ganan relevancia. Es habitual que haya reacciones de temor, dudas y hasta se limite y prohíba su uso. De la misma manera siempre están los que adoptan rápidamente las novedades, los más optimistas, los que miran las oportunidades y ventajas. No debería ser y no está siendo diferente con la Inteligencia Artificial.
¿Cuáles son las implicaciones de la Inteligencia Artificial en la Educación?
Así como las demás tecnologías que ya están y con las que seguramente vendrán, la respuesta no es difícil: siempre dependerá del uso que se hace de las mismas. Aquí cojo prestada la conocida frase de Paracelso para defender la idea de que el buen uso, responsable y pertinente, está en nuestras manos.
Una tecnología tiene sentido en la Educación cuando su aplicación responde a necesidades reales que tienen en el centro la preocupación de que el estudiante aprenda, el docente pueda ejercer su labor de la mejor manera posible y el sistema educativo sea más eficiente y efectivo.

Sinceramente, en mi visión, la aplicación de la Inteligencia Artificial en la Educación puede traer más ventajas que desventajas, pero dependerá también de las bases de su uso, o sea, de las capacidades instaladas para que todos puedan sacar provecho de esta.
Las competencias digitales para que las personas puedan manejar, consumir y crear contenidos y tecnologías con responsabilidad son claves para un buen uso. También la disponibilidad de infraestructura básica necesaria para acceder a todo ello es imprescindible: es necesario el hardware, el software y la conectividad adecuada.
No se puede plantear el uso de la IA en la Educación sin conectividad y dispositivos, y en ese sentido, infelizmente, los más vulnerables todavía no juegan en igualdad de condiciones.
Dicho eso, y manteniendo la mirada positiva de que los retos sí serán afrontados, vayamos al potencial del uso de la IA en la Educación.
Aplicaciones de la Inteligencia Artificial en la Educación
Actualmente, la aplicación de la IA en la Educación ya nos permite:
- Personalizar el aprendizaje para que cada estudiante avance a su ritmo.
- Producir planes de estudios estructurados y desarrollar sistemas de tutoría inteligente que automatizan la resolución de dudas y procesos.
- Automatizar calificaciones, exámenes y pruebas.
- Gamificar procesos de enseñanza y aprendizaje.
- Automatizar actividades relacionadas con la traducción de idiomas.
- Obtener insights basados en datos y predecir avances en habilidades.

La capacidad predictiva de la IA – que es clave para poder tomar medidas preventivas y asertivas – puede ser utilizada para predecir la deserción y abandono escolar, por citar un ejemplo.
Si pasamos a la exploración de la Inteligencia Artificial Generativa – que ha tenido en 2023 su “boom” con el lanzamiento y las polémicas relativas a Chat GPT- las posibilidades del IA basado en los modelos de lenguajes largos son potentes para su uso en la creación de contenidos, en sugerencias para mejorar la escritura, en la retroalimentación en ensayos y exámenes, en actividades de investigación, generación de ideas, de debates, juegos o bien para la generación de cuestionarios y rúbricas, entre otros.

Sin perder de contexto que esas tecnologías todavía poseen fallos y poca regulación, todo y cualquier uso tiene que ser muy bien planteado y consciente. Pero, quedar paralizado y rechazar por completo las oportunidades no creo que sea el camino.
La Educación no debería quedarse al margen de los avances contemporáneos de la sociedad pues es en ella donde se deposita la responsabilidad y la esperanza por un mundo mejor.